Frases Jeux d'enfants



Quiéreme si te atreves (2003) es una película dirigida por Yann Samuell y protagonizada por Guillaume Canet y Marion Cotillard. Su título original, en francés, es Jeux d'enfants.


El pequeño Julien recibe un regalo de su madre: una pequeña caja de hojalata a la que le tiene mucho aprecio. Entonces entabla amistad con una compañera polaca de clase llamada Sophie y deciden jugar a un curioso juego: capaz o incapaz. Quien tiene la caja le propone algo al otro y si acepta, tendrá como premio la caja. Es decir, proponer algo al otro. Pero, con el paso de los años Julien (Guillaume Canet) y Sophie (Marion Cotillard) pasan a otra fase del juego, una fase más peligrosa.

REPARTO

  • Guillaume Canet – Julien Janvier.
  • Marion Cotillard – Sophie Kowalsky.
  • Thibault Verhaeghe – Julien de 8 años.
  • Joséphine Lebas-Joly – Sophie de 8 años.
  • Emmanuelle Grönvold – Madre de Julien.
  • Gérard Watkins – Padre de Julien.
  • Gilles Lellouche – Sergei Nimov Nimovitch.
  • Julia Faure – Hermana de Sophie.
  • Laetizia Venezia – Christelle Louise Bouchard.
  • Élodie Navarre – Aurélie Miller.
  • Nathalie Nattier – Sophie anciana.
  • Robert Willar – Julien anciano.
  • Frédéric Geerts – Igor.
  • Manuela Sánchez – Maestra.
  • Philippe Drecq – Director de la escuela.

«Significa sufro. Sufro como nadie sobre la Tierra, sobre Marte e incluso sobre Alter 4».

«¡Qué imbécil! Fijaos en ese imbécil, sentado en su banco, fingiendo hacer muecas porque está echando el bazo. 
Todo excusas. ¿No sería más sencillo, como dice Edith Piaf en la Vie en Rose, tomarla entre tus brazos, 
hablarle al oído, decirle palabras de amor, palabras normales y corrientes? Y decirle que en cuanto la ves 
sientes latir tu corazón. ¡Eh, qué estoy hablando contigo! ¿Me oyes? Claro que me oyes, es precisamente 
lo que te jode. ¡Pobre gilipollas! Y lo malo es que aún te queda mucho por llorar».

«Y entonces vino lo peor: nada. Nada de nada durante diez años, nada durante 3.652 días y 3.653 noches. 
Se acabó el juego, los juegos, la sal de mi existencia. He equivocado mi vida como los protagonistas 
de las tragedias de Jean Racine, Hermione en versión masculina. ¿Dónde estoy? ¿Qué he hecho? ¿Qué debo a hacer ahora? 
¿Qué arrebato me arrastra? ¿Qué dolor me atenaza...? No puedo saber si debo amar u odiar. 
Sophie me ha matado, asesinado, degollado, follado, y muchas otras rimas tontas. Hasta que acabé por considerarlo 
parte del pasado; y por conformarme con la insípida felicidad de mi existencia: el amor, la familia, 
el trabajo, la antena parabólica... ¡Puro Racine, ya les he dicho!»

«Felicidad en estado puro, bruto, natural, volcánico, ¡Grandioso! Era lo mejor del mundo... 
Mejor que la droga, mejor que la heroína, mejor que la coca, crack, porros, hierba, marihuana, éxtasis, 
canutos, anfetas, tripis, ácidos, LSD. Mejor que el sexo, que una felación, que un 69, una orgía, una paja, 
el kamasutra, las bolas chinas. Mejor que la comida y la mantequilla de maní que comía de pequeño. Mejor que la 
trilogía de George Lucas, que el fin del milenio. Mejor que los andares de Emma Pill, el baile de Marilyn Monroe, 
la Pitufina, Lara Croft, Naomi Campbell y que el lunar de Cindy Crawford. Mejor que la cara B de Abbey Road, 
que los solos de Jimi Hendrix. Mejor que el pequeño paso de Neil Armstrong sobre la Luna, 
el Space Mountain, Papá Noel, la fortuna de Bill Gates, los trances del Dalai Lama, las experiencias cercanas a la muerte, 
la resurrección de Lázaro. Mejor que la testosterona de Arnold Schwarzenegger o el colágeno de los labios de Pamela Anderson. 
Mejor que Woodstock y las rages más orgásmicas... Mejor que las drogas del Marqués de Sade, 
Arthur Rimbaud, Jim Morrison y Castaneda. Mejor que la libertad... Mejor que la vida».

«Y ahí, sepultados bajo el hormigón, por fin pudimos compartir nuestro sueño de infancia: el sueño de un amor sin fin».

«Un juego de idiotas tal vez, pero era nuestro juego».

«Los amigos son como las gafas: te hacen parecer inteligente, pero se rallan enseguida, y no veas si cansan. 
Afortunadamente, a veces uno encuentra gafas que molan. Yo, tengo a Sophie»

«Así fue día a día. Pasaron 10 años sin ver a Sophie. La apuesta termina hoy y ella siempre actuó como un reloj. 
Pero ésta vez es distinto, muy distinto. Al parecer ya me olvidó... Yo no. Cómo olvidarla. Encima su esposo es una celebridad.»

«Los grandes espíritus se atraen, ¿verdad?».